Enciendo una luz. Dejo mis cosas y todo empieza. ¿Cuántas veces hemos empezado las cosas así? Iluminando un sector, que es más amplio de lo que parecía. Dejando las prendas para que descansen, desnudándonos ante los otros. Cuántas veces hemos empezado las cosas así. Lo sabemos, en el fondo lo sabemos.
Parte de una misma trama. Hilos que vienen a componer un tejido. La palabra texto es, de hecho, tejido. Dice el diccionario etimológico: tejer, trenzar, entrelazar.
Así somos y esto es lo que somos. Lo que van a escuchar ahora no es más que una muestra de nuestro trabajo juntos durante dos años. Podría decirles muchas cosas de este tiempo. Que empezamos en medio de la desolación y el aislamiento, que la pandemia nos acercó haciendo lo que más nos gusta, tomando la decisión de descubrir qué es un taller de escritura, qué podemos hacer nosotros con eso. Podría contarles que nos hicimos amigos y amigas, que nos acompañamos, que aprendemos mucho de lo que leemos, de lo que nos leemos y también de las personas que somos. Que podemos mezclar las teorías con las ficciones con los poemas con las anécdotas con las entrevistas con los cuentos con los dibujos con los chistes y todo eso es lo que somos. Parte de una misma trama.
Así nos conocimos. Podría contarles muchas cosas. Que tardamos casi un año en vernos las caras en vivo (y solo algunos). Que alguien bromeó diciendo que al fin comprobábamos que teníamos piernas y que incluso hicimos el chiste de sacarnos una foto de zoom mostrando solo los pies. Todavía no lo hicimos. Quizás no lo hagamos, no sé. Ahora nos vemos las piernas un poco más seguido. Aunque seguimos por zoom.
Podría contar todas las veces que me sentí cansada, abrumada, afligida y al entrar en el taller cambié absolutamente de ánimo, de aspecto, de energía. Eso son. Un gran amor para cuidar y para cuidarme. Parte de una misma trama.
Y también podría contar la distancia que veo entre aquellos primeros textos de mayo del 2020 y estos que escriben hoy, sin desmerecer a ninguno, por supuesto. La distancia está precisamente en que pudieron ver todo lo que podían hacer. Nadie debería no intentar. Nadie debería hacer menos de lo que puede hacer. Y yo los vi. Y lo más importante: ellos se vieron. Ustedes se vieron. Cada uno a sí mismo y cada uno a sus compañeros. Y así fue que un día armamos una revista digital, que fueron cuatro luego, una por estación; y llegó el blog y las redes sociales, cada uno haciendo su parte. Parte de la misma trama.
Podría contarles que al cerrar cada encuentro doy la consigna de escritura para la semana siguiente y todos ponen la que yo llamo “cara de consigna”. Así, serios, un poco asustados como si la consigna los fuera a morder. Y acaso así sea. Bien mordidos por la consigna, que nos ataca los talones y nos baja las medias para que nos quedemos descalzos, en el piso fresco, lápiz en mano, en patitas como vinimos a este mundo.
Cara de consigna. Imagínense las caras de esta gente cuando les dije que podían publicar juntos un libro. Desde ese momento hasta hoy pasaron tantas cosas. Podría contarlas todas, pero nos quedaríamos a vivir en este centro cultural. El centro cultural Leopoldo Marechal. Marechal, el enorme poeta argentino que escribió un día: “cada noche en su mañana estriba, de todo laberinto se sale por arriba”. Parte de la misma trama.
Ahora las autoras y los autores van a leer algunos fragmentos que seleccionamos para que ustedes los conozcan. Armamos esta rueda de lectura como una sola, como un solo texto. Les pido que contengan sus deseos de aplaudir hasta que apaguemos la lámpara. Así van a poder apreciar la fluidez de un solo texto hecho por dieciocho voces. Dieciocho voces bien distintas, tan hermosas, tan queridas.
Prof. Marcela Minakowski - Coordinadora
(Palabras leídas en la presentación del libro Del mate a la luna)
Hermosas palabras, me emocionan como escucharlas en aquel momento🤍
ResponderEliminarEmociona a cada momento este texto, en el evento, y cada vez que lo leo.
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