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noviembre 30, 2023

30 de noviembre: DÍA NACIONAL DEL MATE

 Hoy, en el Taller del Mate, le hicimos honor a esta noble infusión en su día 🧉




Que siempre tengamos un matecito para compartir o que nos haga compañía. ¡Feliz día, materos!




noviembre 25, 2023

Bloqueo del escritor

 Mis amigos creen que porque escribo las ideas se me caen a mares. Más de una vez, en alguna sobremesa, me han pedido que les cuente alguna historia y casi nunca sé qué decir. No me creen cuando les digo que los cuentos llevan mucho tiempo, que no es fácil encontrar las palabras justas o crear la atmósfera propicia. Por ejemplo, ahora mismo estoy dando vueltas con una historia que quiero escribir y a pesar de tener la idea en la cabeza, no puedo darle forma. A veces se me ocurren cosas cuando no estoy en mi escritorio. Me pasó el otro día, que se me cruzó una idea, que consideré brillante para mi historia, cuando me estaba duchando. La repetí varias veces en voz alta para no olvidarla, como cuando estudiaba para los exámenes. Cuando salí del baño, apurado para escribirla, la Flaca me llamó desesperada desde la cocina: se le estaba viniendo encima la alacena y ya no podía sostenerla. Se me fue la idea y no la volví a recuperar. 
Mi personaje estudia en la universidad y lee en los ratos libres, por ejemplo, en el colectivo. Ahora que lo pienso, es increíble la cantidad de tiempo que lleva trasladarse en el conurbano. Por eso, mi protagonista viaja siempre con un libro, para habitar esos tiempos muertos. En estos momentos está leyendo It, de Stephen King. Tan metido está en la novela que no escucha al chofer quejarse con otro pasajero por las obras en las calles que hacen que tenga que cambiar el recorrido. Ni a una señora apurarse a tocar el timbre porque el nuevo rumbo no la deja tan cerca de su destino. De repente siente una mano sobre su hombro y se sobresalta. Un muchacho le dice que el chofer le está hablando. Le pide disculpas por no prestarle atención. El colectivero le repite, de mala gana, que si va a la universidad se tiene que bajar ahí, que a cinco cuadras es lo más cerca que lo puede dejar. Guarda el libro en la mochila y se baja. Stephen King lo perturba, cada vez que lee uno de sus libros, se sugestiona, se imagina que le sucede todo lo que pasa en la historia. Por eso, al bajar del colectivo, se sube la capucha (porque, por supuesto, se largó a llover) y apura el paso mientras mira a cada lado rogando, al santo que lo quiera escuchar, que no se cruce con el payaso. 
Y hasta ahí llego, porque no puedo avanzar más. A medida que mi personaje corre, yo me ralentizo. O me interrumpen, como en estos momentos, que la Flaca me manda un mensaje pidiéndome que la vaya a buscar porque se largó a llover y no quiere viajar en colectivo con los chicos. En 5 salgo, le contesto.  Me pongo la campera, me subo la capucha, agarro las llaves del auto y salgo. Lo veo a Jorgito, el nene de la esquina, vestido con sus botas de lluvia y su piloto amarillo, corriendo junto a un barquito de papel que navega por la zanja. Quiero gritarle que tenga cuidado, pero un globo rojo me distrae y cuando vuelvo, a Jorgito lo perdí de vista.


Romina Gil
Taller el Megáfono al Sol


noviembre 23, 2023

Mudanzas

 Los visillos se descorren con indisimulable disimulo cuando alguien se muda al pueblo

Murió en la misma casa en la que había nacido: nunca conoció el mágico vértigo de una mudanza

¿Se mudan con nosotros los fantasmas?

No se olviden de cargar a sus muertos en el camión de mudanzas

Un vestigio, un trazo, una señal, una marca, traza, sutura, surco, llaga, fósil, reliquia, secuela, una pista, un quebranto, una filigrana, se nos traspapelan en cada mudanza.

Capa sobre capa, la casa escondía el recuerdo de cada uno que había vivido en ella: algunos ya desdibujados, otros tan nítidos que, quienes se mudaban, creían que los anteriores habitantes se habían quedado para darles la bienvenida.


Desde su ventana en el segundo piso, registraba con admirable memoria a cada uno de los nuevos vecinos que llegaban al consorcio y a todo lo que traían en la mudanza. El día que murió, sus familiares descubrieron una habitación llena con lo que había acumulado con los años; los consorcistas reconocieron con asombro mucho de lo que habían perdido misteriosamente  a lo largo del tiempo: cucharas, floreros, libros, relojes, macetas, juguetes, dientes de leche, fotos, abanicos antiguos, camafeos, relicarios, cartas de amor, servilletas con besos estampados, un diario íntimo, flores secadas entre papeles, cajitas de música, alhajeros, estampitas con vírgenes varias, manteles bordados a mano, un espejo con ilustraciones de nácar, licores añejados, patas de conejo, collares de perlas y de coral, platería, pañuelos de seda, perfumes desvanecidos, mechoncitos de pelo envueltos en papel de seda.


Marisa Molina
Taller de la Luna



noviembre 21, 2023

Antena onírica

El mal tiempo no existe

la lluvia es la clave

mantener la azotea en forma

Hola, ¿avión? ¿Vienes de China?

Encontré la piedra en la tienda.


El mal tiempo no existe

el invierno es la clave

mantener los patos pedaleando

¿Hola, agua? ¿Mi padre te trajo?

Encontré el chocolate caliente.


El mal tiempo no existe

el pozo es la clave

mantener la mente dulce

¿Hola, madre? ¿Me hablaste de historias?

Encontré la manzana al pie del árbol.


El mal tiempo no existe

la altura es la clave

mantener los ojos bonitos

¿Hola, magia? ¿El ascensor tiene antena?

Encontré una mujer que me gusta.


El mal tiempo no existe

el amor es la clave.



Charly Zerzer Agosti

Taller del Mate




noviembre 20, 2023

Sueños animados

 El sonido es el de siempre. Murmullos que no dicen nada, ruido a mate y bombilla, baldes volcando arena. Apenas los puedo escuchar porque hay uno superior, supremo, omnipresente. Un sonido que relaja o asusta, un sonido que da paz o violencia: el mar en todo su esplendor. Y a mi derecha, un acantilado infinito, asfixiante.

Las olas parecen crecer sin parar y el mar cada vez muestra más su poder. La imagen es la de siempre: yo parada entre el mar y el acantilado, las olas ganando espacio. De repente el mar golpea el acantilado y se lleva todo lo que está en el medio, incluso a mí, incluso los baldes, los mates, las sombrillas… Todo se vuelve caos y ausencia.

Me despierto de golpe con un peso en el pecho y el aire entrecortado. Estoy bien, estoy en casa, no tengo de que preocuparme. ¿O sí?  Quizás es hora de ocuparme de esas cosas que me asfixian y tratar de salir a la superficie y así dejar de soñar que el mar se desborda. Y me lleva.



Cintia García

Taller el Megáfono al Sol




noviembre 18, 2023

Los cautivos





Y me pregunto sobre mi fascinación por esa película, quizá porque es una de las cosas que tengo en común con mi padre junto con nuestra enorme admiración por Ángel Vargas.
Y me pregunto por esa ciudad que fantaseo con conocer, -aunque tengo miedo de que no sea como la imagino-, y ese temor de no encontrar el Café de Rick con sus paredes de cartón piedra, y ese temor de no encontrar al gordo que regentea el Blue Parrot, y de no encontrar a Uriarte acribillado a balazos por haberse robado los salvoconductos para salir de esa ciudad, ciudad de cautivos.
Quizá me da miedo saber que -contradiciendo lo decidido por Mr. Blane- ella no partió en el avión con Lazlo, sino que se quedó junto a Rick y tuvo una familia.
 Pero esto no es posible porque él no puede ser ahora un abuelo rodeado de niños que le piden ir a McDonald´s; él está condenado a ser un tipo hermético que fuma hasta la extenuación pensando en ella, pero orgulloso de haber sabido hacerla feliz mandándola a América.
Y me doy cuenta de que yo también los tengo cautivos y no los dejo salir, solo quiero seguir disfrutando del momento en que la pareja de búlgaros gana en la ruleta lo justo para poder evitar que la joven tenga que pagar la visa a a Renault con sus favores.
¡Es que es tan intensa, es tan magnífica esa caleidoscópica muestra del ser humano con sus miedos y sus heroísmos! Cada vez que veo este film lloro, pero no es un llanto acotado, emocionado, sino que moqueo y hasta me da hipo mientras Rick lee la nota en que ella no sólo le dice que no puede verlo más, que no le pregunte por qué, que le crea...y que lo ama… y la lluvia va borrando la nota. 
Y entonces, soy yo la cautiva de esa melodía que me recuerda que no importa lo que el futuro traiga, que un beso es un beso y que un suspiro es un suspiro, según pasan los años y el tiempo.

Mónica González
Invitada especial


noviembre 16, 2023

Separación de bienes

 “Los discos, los libros, las plantas, para mí. El ajedrez, las copas altas, los huevos de porcelana, para vos”.

Lucila pensó que separarse era una división de equivalencias, pero notó que cada objeto tenía un valor no comparable.

Ella quería los discos. Escucharlos la trasladaban a imaginarse que sería otra persona. Cada canción la invitaba a jugar. A ser la protagonista de la historia que se cantaba. La podía volver a empezar las veces que quisiera. Cada acorde le hacía cosquillas en los recovecos de su cuerpo que él ni conocía. 

Los libros, la aislaban de la realidad. Cuando leía, se detenía el tiempo del reloj. Comenzaba el tiempo de cada historia contada en cada capítulo, en cada página, en cada renglón. Viajaba en el tiempo y el espacio. Habitaba ciudades y miradas, que nunca pudo con él. 

Las plantas necesitaban de ella, no como él... Las plantas le pedían que las riegue. Que las trasplante de macetas cuando se sentían apretadas. Que las aleje del sol en verano. Ella las sabía escuchar, no como a él. Parecía que hablaban distintos idiomas. 

En cambio, el ajedrez le parecía aburrido y soberbio, las estrategias para ganar se convertían en manuales eternos y complicados, sus piezas realizaban arrogantes movimientos, reglas, lo permitido, lo prohibido, blancos, negros, casilleros, jerarquías, monarquías. Las copas altas, ínfulas de superioridad, pretensión de querer ser algo que no se es, vidrio frío, bebidas que procuran elegancia y en realidad la abandona con la borrachera que generan. Los huevos de porcelana, inútil ornamento para poner en una mesita que nadie mirará, que quedará en el paso de una entrada de una casa de una ciudad donde la gente no juega a ser otra persona, no vuelve a empezar, no se hace cosquillas, no explora, no detiene el tiempo, no se riega, no se cuida, no se escucha, no habla su idioma. 



Cecilia Xabujla Génova

Taller de la Luna



noviembre 14, 2023

Doce años

Hoy podés decir que fue un buen día, estuviste despierta y animada, pudiste comer, te bañaron, te hicieron mimos, te peinaron. Ese baño te devolvió algo de dignidad. No es lo que quisieras, mejor sería poder hacerlo sola, pero lo hacen con amor y es lindo estar limpia y perfumada. De todos modos, esta hora de la tarde te pone un poco rara, será nostalgia. Hoy hace doce años. A veces parece que no, que los recuerdos se diluyen, que los días pasan y se extraña menos, que a pesar de todo la vida sigue. Pero hay otros días en que lo recordás tan claramente, con tanta fuerza, con tantas ganas de tenerlo cerca que quisieras poder viajar en el tiempo. 
Una de las chicas entra para darte de comer, te ayuda a sentarte, acomoda las almohadas, se sienta a tu lado en la cama, te muestra su mejor sonrisa, aunque sabés que está agotada. Lleva la cuchara hasta tu boca, una, dos, tres cucharadas de sopa y basta, no podes más. Le decís que se quede tranquila, que comiste bien al mediodía, que mejor a la noche comer menos y dormir liviana. 
Ella te pasa dulcemente las manos por el pelo, por la cara, levanta la bandeja, apaga el velador y te dice desde la puerta de la pieza “que descanses ma, hasta mañana”. Te vas hundiendo en un sopor parecido al sueño, sin noción del tiempo, tu cuerpo se siente como si flotara, sin embargo, no podés moverte. Como si todo sucediera lejos, escuchás que alguien te llama y vos querés ir. Y vas, pero todavía estas en la cama. Se enciende la luz, las chicas te sacuden, gritan, lloran, se abrazan. Vos querés consolarlas, pero de tu boca no sale una palabra. Todo se vuelve lento, suave, cada vez más claro. Entonces sabés que vino a buscarte, porque te lo prometió antes de irse. Tardó doce años, pero vino a buscarte. 


Adriana Sicilia
Taller del Mate