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junio 06, 2022

Transmigración involuntaria

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Como Oliverio, anoche probé la transmigración. En realidad, no quise hacerlo, pero al tocarlas, una chispa y un cosquilleo y ya, me transmigré.

Descubrí mi pelo más largo, rubio, algo revuelto en ondas agitadas. Hay algo sobre mi cabeza, me pesa un poco. Por el tacto creo que es una corona, me siento poderosa. Mi cuerpo, una rara sensación me invadió, las ropas me pesaban, tuve que acostumbrarme a ellas. Mi vestido es rojo, con algunos detalles en amarillo y azul. No paso desapercibida.

Me percato de que estoy sentada y sostengo algo con mis manos, un basto. Me siento decidida.

Por dentro me enciende un fuego abrasador y quiero ir por todo. Nada ni nadie se me puede resistir.


Un momento…


Ya no puedo moverme. Estoy estática, sosteniendo con mi mano derecha el basto que descansa sobre mi hombro. Con la otra mano agarro parte de mis ropas. Pero no puedo cambiar la posición. No estoy cansada, no tengo hambre, no tengo sed, no tengo frío ni calor. Mis ojos apuntan a una misma dirección y no puedo moverlos. Y si bien mis medidas no eran 90, 60, 90, al menos no tenía las 6 x 9 que tengo ahora.


Ah, liviandad, eso es. Me siento liviana como una pequeña carta de tarot.


Karina Zangaro - Taller del Mate




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