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julio 21, 2022

Mermelada de naranjas

 

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No me gusta la mermelada de naranjas ¡es muy ácida!, la de durazno, damascos o hasta una de peras puede ser, pero de naranja no. Esa siempre era mi respuesta cada vez que mamá compraba precisamente la mermelada que no me gustaba, ella decía que era un capricho y puede ser que así fuera, pero yo lo sostenía con orgullo. Hasta que un día apareció la tía Chola, les aclaro que no es una tía más, para mí ella era “LA TIA”, será porque me malcriaba, me daba todos los gustos, la que siempre tenía tiempo para escucharme, la que cambiaba el menú a mi antojo y tenía un chocolate Biznike guardado para sorprenderme. Todo lo que ella decía para mí era palabra santa. Esa tarde, al llegar de la escuela, me esperó con la merienda como tantas veces, pero en esta oportunidad cuando llegué me dijo: Mirá que rica mermelada de naranjas te preparé, ¿sentís el aroma que quedó en la casa? Fijate que color brillante tiene, te hice tostadas para que la pruebes ¡te va a encantar! No sabía cómo decirle que no, ella la había preparado con tanto amor como todo lo que hacía siempre. Pero junté coraje y hablando bajito como disculpándome le dije que no me gustaba (muchos años después me enteré de que ella ya lo sabía) pero en ese momento sentí que se me partía el corazón por despreciar su merienda. Mi tía era muy sabia y me conocía más que nadie,  me dijo que no era cualquier mermelada, ésta era única porque estaba hecha por ella, porque había elegido minuciosamente cada fruta y además le había agregado un ingrediente especial, que estaba segura que me iba a gustar muchísimo, al escucharla se activó mi curiosidad por conocer ese ingrediente secreto y comencé a tirar opciones para ver si adivinaba, no acerté con ninguna, al preguntarle por enésima vez, me comentó que estuvo varias horas al fuego atenta revolviendo para que no se perdiera nada en la cocción y que la forma más fácil de develar el misterio era sólo probar un poquito de su mermelada mágica. Al principio me rehusé, ella sabía que no iba a aguantar mucho tiempo, que mi ansiedad me ganaría y que al menos una cucharadita llegaría a mi boca. Así sucedió, me dijo que cuando la probara pensara que la había hecho especialmente para mí y debo confesar que me encantó su sabor, para nada ácido como yo lo imaginaba. Cuando se lo dije, me sonrió con una sonrisa de esas que acarician, conociendo de antemano mi respuesta. Le pregunté que había usado para lograr que la mermelada de naranja me gustara, tenía que saber cuál era ese ingrediente secreto. Entonces, me contó que esa receta se la enseñó su madre hacía muchísimos años cuando ella tenía mi edad y ahora era el momento justo que yo la aprendiera también, la receta tiene: 4 naranjas, 1 manzana, 1 limón, azúcar y agua.

Me sentí un poco decepcionada, no veía ningún ingrediente fuera de lo común, su respuesta a mi gesto desilusionado fue, es el amor con el que me dedique a hacerla, estoy segura que cada vez que la prepares, recordarás este día y lo especial que sos para mí…

Pasaron muchos años, jamás olvide la receta que nunca fue escrita, ni la dulce sensación del sabor al probarla ese día, ni las palabras amorosas de mi tía.

Cada tanto, mi casa se llena de ese aroma particular, dedico esas horas a cuidar su cocción con esmero para que esas personas elegidas que prueben la mermelada de naranjas, sepan lo especiales que son para mí y me den la oportunidad de contar esta historia.


Laura Martínez - Taller del Mate





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