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septiembre 23, 2021

La mesa: nuestros lectores escriben

La mesa de Grippo inspiró a nuestros lectores a escribir sobre sus mesas. Por suerte la compartieron con nosotros:


Alejandra Rozas


Era la mesa del comedor. De estilo tudor, dos planos, pata de elefantes con flores y arabescos hermosos talladas en madera de roble.
El plano de arriba se encargó de ser el portador de las cenas importantes, el plano de abajo era para casi todos sólo un detalle importante de decoración.
Pero para mí los dos juntos fueron un castillo, una cueva, el fondo del mar cuando caía el mantel fino de organza, una carreta, un avión (depende adonde viajaba), la copa de un árbol. Un lugar para dormir sin ser vista o para escuchar el violín de mi abuelo.
Cuando la casa de mi abuela se vendió, cayó en manos que no la apreciaron y no pudieron ver todo lo que ella era. Fue maltratada y finalmente termino en una pila de escombros desvastada por las termitas y la humedad.
Cada tanto reconozco su olor y la busco, pero sólo aparece en mi memoria.

Gladys Di Salvo

Sobre esta mesa estudie para recibirme de maestra.
Festejamos cumpleaños 
Fue reunión y amor
Hubo encuentros y sorpresas 
Tenía un bello jarrón al que mi madre amaba
Se leyó, se escribió, se rió, se lloró y se extraño 
Hoy cambió de casa, de la casa de mis padres a la mía. 
Ahora es mi compañera de tejidos, de lecturas, de escrituras. 
Es mi aliada en talleres por zoom. Mis nuevos amigos aparecen a través de ventanitas en la compu sobre la mesa de algarrobo que una vez fue nueva, pero hoy tiene sobre sí mucha vida transcurrida. 
Amo esta mesa.


Susana Palacios

Mi mesa naranja
Llegaste allá lejos, regalo de casamiento de mamá. 
Con vos aprendí a cocinar, a charlar con mis amigas, a soñar lo que serían mis hijos cuando crecieran.
Te mudaste tres veces, siempre siguiendo a la familia y te fuiste poniendo vieja como yo... más las dos seguimos fuertes aún. 
Fuiste cuna de mis fideos caseros, de muchas tortas infantiles... de cazuelas y locros.
En vos mis hijos trazaron sus primeras palabras, sus dibujos, sus cartas de amor.
Mesa compañera de vida, con tus cuarenta y cuatro años encima solo sueño con continuar compartiendo mucha vida...
En vos, mis nietos, dibujan ahora...


Liliana Taranto

La recuerdo como si la tuviera frente a mi, la mesa donde soñaba q era un piano, donde escribía mis sueños, el dibujo q papá había hecho de ls quesitos Adler, donde jugaba con mi hermano al domino y a las damas, hasta soporto ser pista de autos. Ella fue la primera en absorber mis lágrimas de tristezas, de amores y discusiónes, de juegos improvisados, de inolvidables comidas en familia. Cuando aprendí sobre ella amasar ls ñoquis. Toda una vida compartida.


Oscar Cesareo

Fiel a su destino, esa vez volvió a ser testigo. Los hombres mateaban amigablemente a su alrededor y contaban viejas vivencias de personajes conocidos. No era posible saber cuáles eran reales, pero el interés que despertaban se percibía en la silenciosa escucha. El dueño de casa apoyo en la mesa, al alcance de su mano, la fuente con la carne y las achuras. Desde su silla preparaba los cortes para asarlos, la destreza en el manejo del cuchillo le permitía seguir la conversación con la misma atención con que lo había venido haciendo. Cuando la carne y las achuras crujían en la parrilla, sobre la mesa se deslizaban los naipes entre los cuatro jugadores. Los vasos de vino que habían reemplazado al mate yacían lateralmente en la mesa, dejando despejado un círculo central para no entorpecer el juego. La disputa calentaba a los rivales. Con tono sereno se cruzaban ironías durante esa despiadada lucha, al principio sin respuestas. El orgullo y el vino evocaban viejos rencores que se manifestaban en las provocadoras cartas que se lanzaban en la mesa. La partida fue la excusa para saldar el pasado, después del comentario artero cayó la carta que provocó aquel duelo. Manuel gritó indignado su desafío que el otro no alcanzó a responder. Estando todos parados, volteó la mesa a un costado, dio dos pasos seguros y le hundió el cuchillo hasta que su mano sintió el sudor de la herida.


Gustavo Guffau

En esta mesa sencilla de clase media
se hacían cuentas permanentes 
para pagar boletas y llegar a fin de mes.
en esta mesa se amasó el pan y las pizzas,
se picó la picada y se tomó la cerveza.
el café de las tardes y mate de todo el día.
testigo de charlas que perduran en el tiempo
en las almas de los que aún están,
y en las almas de los que ya se han ido.
Discusiones y risas que al cerrar mis ojos aun veo, carcajadas y llantos de todo tipo.
En esta mesa no solo se amaso el pan y la pizza, también se amaso una parte de mi historia, se amaso con levadura al amor.

¡No se pierdan la próxima consigna!

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