-Su cuerpo dejó de funcionar, ya no es más una paloma, ahora está en otro lugar.
Eso me dijo mi papá mientras mirábamos una paloma tirada en la calle.
Esa paloma estaba ahí.
En la calle. Estaba rota.
Así la veía yo.
No intentaba moverse ni escaparse como las otras.
No se quejaba por las lastimaduras como lo haría yo. No sé si las palomas se quejan por algo.
Estaba quieta, al sol.
No entiendo dónde está o en qué se transformó ahora. Porque yo sigo viéndola.
Las otras la ignoran. Ya no la siguen.
No les interesa porque está quieta o porque ya no es una paloma. Aunque se siga viendo como paloma.
Las que se mueven se persiguen entre ellas y las quietas se juntan en algún lugar.
Pero ésta aún sigue ahí.
No picotea el piso. ¿Qué va a pasar cuando tenga hambre? Alguien la tendría que ayudar a comer o a moverse de donde está.
Veo que alguna pluma se mueve. El viento la ayuda ahora.
De a poco es olvidada. Su cuerpo roto deja de parecerse a lo que era. Ya no necesita comer ni moverse. De a poco se olvida de ser una paloma para ir a otro lugar donde siendo paloma no podría.
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