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julio 18, 2022

Un invierno en primavera

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Despierto. Mis párpados abotagados, tardan en abrirse. Quizás no quieran hacerlo. Apenas entreabiertos velados por espesas pestañas, ven el sol colarse por las hendijas. Es una mañana de primavera y la suave brisa trae el perfume de los azahares y el trino de los pájaros. El cuerpo me pesa. ¿Existe algo más vivificante que un día de primavera? Sin embargo… Algo me detiene, me amarra a esta cama. Una bruma espesa de tristeza me envuelve.  Seguramente ahí fuera está el sol jugueteando entre las hojas de los árboles y el verde se tiñe de amarillos y naranjas.

Ayer fue un día difícil. La esperanza se puso su traje de superhéroe para vencer a la muerte y no funcionó. No pudo detener tu agonía. La soledad me envolvió, me abrazó hasta quitarme el aliento. ¿Cómo podría habitar mis días sin tu presencia silenciosa? Las fuerzas me abandonaron y casi como un despojo, me tiré en la cama, cerré los ojos, esperando que el sueño me sorprenda mientras los recuerdos se agolpaban, en la convicción de que no querría caminar sobre tus huellas dormidas y allí me quedaría, simplemente recordando.

En el aire resuena el golpeteo de la pala abriendo la tierra. Todo se tiñe de gris. No quiero ver, no quiero sentir, quiero quedarme aquí, mirando el cielo desde mi ventana, sólo eso y nada más.

Mientras miro el cielo, lentamente algo me impulsa a incorporarme y me reflejo en el espejo. Escucho pasos, voces y unos ojos de mar y cielo que me miran con pena. Desato mis ataduras, atravieso la bruma, salto de la cama, recojo mi pelo, elijo mi ropa y una fuerza inesperada asoma en mi mirar. La vida espera y yo aún puedo con ella. 


Claudia Velázquez - Taller del Mate



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