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marzo 13, 2023

Escritura automática

 En el Taller del Mate y en el Megáfono al sol estuvimos jugando un poco con la escritura automática. Esto es, escribir durante un tiempo determinado, breve, sin detenernos y tratando de dejar fluir lo que salga, intentando no pensar lo que vamos a escribir. Tratamos de que la razón no intervenga y que sea el inconsciente el que hable… y el que escriba.

El agregado: en el transcurso del ejercicio, la coordinadora dijo algunas palabras que había que incluir en el texto, hacerlas entrar en ese fluir de los enunciados: donde caen, caen. Las palabras elegidas fueron explosión, amarillo, globo.

Y este fue el resultado:


Karen Andrés 

Inesperado

Comienzo a escribir mientras pienso en la próxima palabra para incluir. ¿Habré entendido la consigna? ¿Seré clara con mis líneas? Esto de no saber el rumbo de nuestras palabras nos puede llegar a bloquear. Buscamos el camino, diferentes opciones hasta que una idea aparece como una explosión de alivio que nos ilumina y nos va guiando sin siquiera forzarlo. ¡¿Amarillo?! ¿Qué hago con el amarillo? Y sí, así es la vida uno va tranquilo pensando que ya tiene todo en orden y de pronto ocurre algo inesperado que nos hace tambalear y hasta querer desaparecer, salir volando como un globo, volar sin parar.


Gladys Di Salvo

Loco amarillo veneno

La casa se veía abandonada, triste, sucia. No podía dejar de ver la mugre en que se había convertido.

Mis rodillas temblaban, tuve que apoyarme en el auto antes de volver a entrar.

Lo que vi produjo en mí una explosión de angustia, rabia y bronca, todo en un segundo.

No podía creer estar pasando por esto, sentir invadida mi vida, mi casa, por gente de un loco amarillo veneno.

Pero yo sigo fuerte, con la certeza de que todo va a estar bien, aunque hoy eso parezca lejano

Puedo hacer volar un globo con mi deseo más urgente; y seguro que sí.


Gisela Cairo

Tengo sueño.

Esto de no dormir, esta vigilia, este esperar de ojos bien abiertos a mitad de la noche.

¿Qué espero? Será que la oscuridad invita a las respuestas, aunque siempre trae más preguntas.

En estado de alerta, la explosión de un instinto que me dice que algo tiene que cambiar.

¿Pero qué? ¿Y si soy yo la que está mal?

¿Cuál es la frontera que no debo cruzar para evitar traicionarme a mí misma?

¿Cómo se delimita el territorio de la experiencia? 

¿Dónde me pierdo?

Un resplandor amarillo se asoma por mis párpados entornados, que se resisten a cerrarse.

El sol, una lámpara, el recuerdo de un fuego.

Queda tanto por sentir, ¿es qué nadie se da cuenta?

La indiferencia es un globo a punto de explotarnos en la cara.



Charly Zerzer

Una explosión, vistió el globo de amarillo.

El puerco se vistió de rojo

su mirada hizo explosión cuando apuntó a la tortuga

el sol me pega de lleno

el calor es insoportable

nos corre el sudor

en Brasil el amarillo es intenso

sobre el mar se dibujan infinitas olas

la vegetación no me deja ver el tremendo animal

parecido a un rinoceronte

de repente

un globo cruza frente a mí

dejando una estela multicolor.


Quisiera…



Ariadna Boza

El incendio                                                                                                       

Un hombre caminaba lento por la vereda, iba aún dormido por la noche anterior ya que no había descansado bien. Estaba llegando a la parada del colectivo, cuando ocurrió una explosión. Que venía de una fábrica de chocolates que estaba en la misma cuadra. 

El fuego invadió rápidamente todo el predio. El hombre tomó su celular y llamó a los bomberos para que vinieran a apagar el incendio. El cartel amarillo de la fábrica estaba totalmente destruido por las llamas que no cesaban. 

Los bomberos tardaron diez minutos en llegar al lugar con su sirena característica.

Un niño venía caminando por la vereda de enfrente con un globo y quedó sorprendido por la magnitud de las llamas que veía en la fábrica.  


Laura Fraccaroli

Era un día de versus, una competencia o simplemente compartir el entrenamiento. Y ahí estaba yo con un porcentaje bajo de dignidad, un pelo muy despeinado y toda la remera mojada. Me tocaba descasar y ahora él entraba en actividad. También todo transpirado, las gotas le caían y como explosión iban al suelo, decidió sacarse la remera y fue en ese momento que casi me muero. No podía dejar de mirarlo, todo brilloso de sudor, su abdomen perfectamente marcado y que en cada movimiento se hacía más deseable. Pensé que si me cruzaba la mirada iba a quedar desnuda, tuve que mirar hacia la pared, ese cartel amarillo con una frase motivadora, para no caer en la tentación de seguir desnudándolo con la mirada. Tuve que hacer fuerza para cerrar la boca que se había abierto inconscientemente ante esa imagen tan sensual. Que por favor se ponga la remera, ahí puedo controlar un poco más este globo de pensamientos eróticos y algo cuestionables.


Elizabeth Bionda

El mar no se oponía.  Iba y venía con esténtores, rugidos, blancos, verdes, colores inciertos.  

Ella estaba de espaldas.  Él sacando “la” foto.  Hacía frío.  Tenía una campera roja (no vaya a ser que no se viera si había una explosión en el muelle donde tanto pescador ansioso de conseguir su preciada presa, iba y venía golpeando las maderas inciertas).  El rojo haría que se viera, que no se diluyera en el horizonte.

El amarillo no era un color que combinara con su piel y no se percató que su pantalón, ése que había agarrado a último momento, era… AMARILLO ¡!!

Él la miraba y de pronto, se la llevó un globo hacia el infinito.


Romina Gil

A veces, escribir sin sentido puede ser una fuente inagotable de diversión. No se sabe por qué caminos sinuosos puede llevarnos la mente. Quizás a relatar historias de veranos sofocantes o sobre el desamor, cuando una pareja hace explosión y se desarma en pedacitos. Otra cosa común son las anécdotas de la infancia, sobre todo las muy lejanas, cuando las cosas eran muy diferentes a las de ahora. Por ejemplo, la tele en blanco y negro, que no distinguían los amarillos de los verdes o rojos, todo en la gama de grises. O los juegos sin tecnología y con lo que teníamos a mano. Cumpleaños eran los de antes, no existía el pelotero, se hacían en casa, con globos y guirnaldas hechas por tías y abuelas. Listo.


Liliana Taranto

Las palpitaciones de mi pecho se asemejan a un pre infarto. Pregunto, ¿qué ha pasado? Será el calor abrazador de enero que hace que mi sangre fluya como una explosión de sentimientos encontrados. ¿O será algún pasaje de mi vida oculto? 

Mis dudas hacen que me sienta ahogado. Que las venas de mis brazos se hinchen como para reventar, como ese globo amarillo que acaba de pisar ese auto; y el llanto de ese niño me retrotrae al encuentro con mi padre.


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