Era un pueblo pequeño, todos se conocían y ellos formaban una familia perfecta. Matrimonio en buena posición económica, una gran casa con pileta de natación y un gran parque le daba el marco para que fuese un cuadro apacible en una comarca con montañas y la playa cercana.
Allí
creció la familia. Allí eran el retrato
del sueño americano de los ochenta. Ella licenciada en ciencias de la educación
y él un próspero hombre de negocios. Tenían dos hijos y una hija, que para no
vivir lejos habitaban la casa de enfrente, con un nieto hosco como todo
adolescente y un poquito más también, por su adicción a las drogas, de la que
todos luchaban para hacerlo huir de tal adicción.
De
los dos hijos varones, uno era contador y el otro solía hacer malos negocios,
de los que siempre lo hacía zafar su padre.
El
hijo contador tenía a su vez dos hijos pequeños y el otro, separado y un tiro
al aire tenía una hija discapacitada.
Tal vez su ineptitud para los negocios se debía a su preocupación por la
enfermedad de Mary, su niña.
Toda
calma a veces se sacude intempestivamente.
La vida familiar se alteró profundamente cuando el padre del hogar,
sufrió un infarto y no pudo salir de él.
La madre al quedar sola, entrego todas las finanzas del hogar a su hijo
contador. A menudo este le recriminaba
por los gastos excesivos hechos ya sea para su nieto adicto o su hijo menor,
que siempre andaba de mal en peor.
Horror
en el pueblo, espanto en la hija que descubrió el cadáver de su madre,
apuñalada varias veces en un charco inmenso de sangre. Todo en orden, solo
faltaban los papeles de la administración que hacía su hijo contador y el
dinero en efectivo que era bastante, porque habían vendido unas tierras. Es decir que fueron en busca de lo que estaba
en la caja fuerte, nada más. Esta no estaba forzada pero era probable que la
habían obligado a la víctima. Pronto la policía y los investigadores de
homicidios se hicieron presentes. Todos
parecían inocentes y todos a su vez eran posibles homicidas. Siempre se busca en casos de asesinatos en el
entorno ya que la mayoría de las veces, aquí encuentran al culpable.
Hijos
sorprendidos, llorosos e indignados por considerarlos sospechosos. ¿Pero si en realidad un extraño que sabía del
dinero que guardaba en su casa? Aquí
nuevamente las miradas se dirigen hacia el hijo administrador. Solo él sabía de esto.
Pasaron días, meses y hasta años. El crimen fue el asesinato perfecto pues no encontraban a los culpables. Todos los investigados tenían una coartada.
Solo
el cura de ese pueblo, conocía el secreto.
Él sabía quién era el asesino.
Revelado en secreto de confesión no podía revelarlo.
La
hija que descubrió el crimen no era.
Ella llegó y quedo profundamente impresionada. Su hermano contador tenía su vida resuelta y
contaba con una coartada fuerte. Había
estado en esa época en el extranjero y no podía haber contratado a un sicario
porque no ganaba nada con esta muerte, más que dolor.
El
cura cuando confeso al hijo menor pensó que hallaría allí al culpable pero
hundido en la bebida y el dolor no parecía ser culpable.
Tampoco era el nieto… pero ¿Quién era? Se preguntaba el cura cuando entró ella y confeso lo inconfesable. La había matado ella por venganza. No quería su dinero pero lo llevó para que culparan a su hijo por la falta. Ella., la muerta, siempre la denigró. No la consideraba lo suficiente digna para su hijo. La ex esposa del hijo menor había realizado el crimen perfecto y logro lo que deseaba. Venganza y que dudaran de toda esa familia perfecta. Hasta del cura se vengó confesándose con él… después de todo él también puso en duda por su religión si casarla o no. Ahora el cura cargaba con la culpa de saber quién era el asesino y no poder contarlo.
Susana Palacios - Taller del Mate
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