Hoy podés decir que fue un buen día, estuviste despierta y animada, pudiste comer, te bañaron, te hicieron mimos, te peinaron. Ese baño te devolvió algo de dignidad. No es lo que quisieras, mejor sería poder hacerlo sola, pero lo hacen con amor y es lindo estar limpia y perfumada. De todos modos, esta hora de la tarde te pone un poco rara, será nostalgia. Hoy hace doce años. A veces parece que no, que los recuerdos se diluyen, que los días pasan y se extraña menos, que a pesar de todo la vida sigue. Pero hay otros días en que lo recordás tan claramente, con tanta fuerza, con tantas ganas de tenerlo cerca que quisieras poder viajar en el tiempo.
Una de las chicas entra para darte de comer, te ayuda a sentarte, acomoda las almohadas, se sienta a tu lado en la cama, te muestra su mejor sonrisa, aunque sabés que está agotada. Lleva la cuchara hasta tu boca, una, dos, tres cucharadas de sopa y basta, no podes más. Le decís que se quede tranquila, que comiste bien al mediodía, que mejor a la noche comer menos y dormir liviana.
Ella te pasa dulcemente las manos por el pelo, por la cara, levanta la bandeja, apaga el velador y te dice desde la puerta de la pieza “que descanses ma, hasta mañana”. Te vas hundiendo en un sopor parecido al sueño, sin noción del tiempo, tu cuerpo se siente como si flotara, sin embargo, no podés moverte. Como si todo sucediera lejos, escuchás que alguien te llama y vos querés ir. Y vas, pero todavía estas en la cama. Se enciende la luz, las chicas te sacuden, gritan, lloran, se abrazan. Vos querés consolarlas, pero de tu boca no sale una palabra. Todo se vuelve lento, suave, cada vez más claro. Entonces sabés que vino a buscarte, porque te lo prometió antes de irse. Tardó doce años, pero vino a buscarte.
Una de las chicas entra para darte de comer, te ayuda a sentarte, acomoda las almohadas, se sienta a tu lado en la cama, te muestra su mejor sonrisa, aunque sabés que está agotada. Lleva la cuchara hasta tu boca, una, dos, tres cucharadas de sopa y basta, no podes más. Le decís que se quede tranquila, que comiste bien al mediodía, que mejor a la noche comer menos y dormir liviana.
Ella te pasa dulcemente las manos por el pelo, por la cara, levanta la bandeja, apaga el velador y te dice desde la puerta de la pieza “que descanses ma, hasta mañana”. Te vas hundiendo en un sopor parecido al sueño, sin noción del tiempo, tu cuerpo se siente como si flotara, sin embargo, no podés moverte. Como si todo sucediera lejos, escuchás que alguien te llama y vos querés ir. Y vas, pero todavía estas en la cama. Se enciende la luz, las chicas te sacuden, gritan, lloran, se abrazan. Vos querés consolarlas, pero de tu boca no sale una palabra. Todo se vuelve lento, suave, cada vez más claro. Entonces sabés que vino a buscarte, porque te lo prometió antes de irse. Tardó doce años, pero vino a buscarte.
Adriana Sicilia
Taller del Mate
No hay comentarios:
Publicar un comentario