La magia de lo insignificante
Están quienes vieron fantasmas y cosas extraordinarias. Y después estoy yo, que solo vi detalles.
Vimos a la tarde desfallecer en un rosado epifánico desde la ventana del hospital. “Rosso di sera bel tempo si spera” me dijiste. Después te fuiste. Y me quedé yo sola viendo.
Vi al amor danzar en tu retina mientras me pedías que me una a ella. Y me animé a bailar. Digan lo que digan, amar es un acto de valor.
Vi a la felicidad unas cuantas veces. También vi a la tristeza más desgarradora cuando me contabas tu historia. Sobre tu casa pasaba el tren. Así, como si nada, con su mismo cronograma todos los días. Como si solo existiera la superficie. Como si debajo de sus vías no existiera un retazo de tiempo, de carne, de sentimiento que ha caído de sus vagones.
Vi pasar un tren completamente vacío.
Vi a las plantas entregarse a la muerte cada vez que intentaba tenerlas. Vi unas calles gastadas. Pero también vi como en ellas crecía la flor que nunca pude tener.
Vi a un señor salir volando y estamparse contra el capó de una camioneta mientras su hija se reía allá en lo alto de la montaña. Y a su lado el blanco enceguecedor de la nieve.
Vi al mundo pararse.
Vi al mar arremolinarse entre mis dedos mientras me fundía en él. Vi sierras y llanuras, desiertos y represas, el cielo de los privilegiados y el infierno de los desposeídos.
Vi tantas injusticias que tuve que empezar a escribir.
Vi mis sueños y pesadillas materializados. Vi una rampa en la facultad que no conducía a ningún lado, solo el vacío. Vi al viento enfurecerse durante seis años desde un sexto piso.
Vi a una caja de madera despojada durante la guerra pasar de generación en generación. Vi a mi abuelo romper con todas las normas machistas. Vi a mi papá llorar una sola vez en mi vida y lo vi esperar diez horas en La Plata mientras estaba en un concierto. Vi a mi mamá llorar muchas veces, pero también la vi crear su propio juego con sus reglas, donde gana el más humano. Vi a mi hermana leer su primera palabra en mi pizarra.
Vi cómo me endeudaban hasta que me muera por una apuesta que no hice. Vi a las estrellas brillar ridículamente mientras todo se apagaba alrededor. Vi al fuego crepitar y desbordarse intentando consumirlo todo. Vi cómo comenzaba cada año en la playa. Nos vi conquistar derechos, en multitud y organizadas.
Están quienes creen que pueden verlo todo y tildan de mediocres al resto. Están, por suerte, quienes les hacen dar cuenta que lo suyo no es talento: es privilegio. Y ni así pueden hacerlo. Si quienes se jactan de eso son quienes más ignoran lo horroroso y lo bello.
Y después estoy yo que aún no vi lo suficiente.
Denisse Cutuli - Taller del Mate