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marzo 21, 2022

Lo heredado

 

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Voy y vuelvo.

En un niño cabe todo el mundo.

Ese que vemos, desfigurado por los estruendos.

El que pega fuerte, si no despertás.

Voy y vuelvo.


Giro mi cabeza y subo por el mismo lugar,

el que va a la terraza, donde doy enormes volteretas.

Danzo sin música con el delantal beige

que abuelita me bordó.

Se cae un pedazo de cielo.


Voy y vuelvo.

Mi cabello con los rulos que se enroscan en mi cuello.

Y la medallita de la virgen,

brilla cuando el sol le apunta.

Son mis luces.


Acompañada en ese diáfano espacio.

Allí conmigo, mi muñeca negra

la que me mostró que hay diferencia de colores.

También baila. Tomadas de la mano damos vueltas sin parar.

Voy y vuelvo.


Ahora esa, mi casa de origen, la que me crió

con zaguán y mosaicos venecianos.

Es mía, con su azotea y su patio

y malvones, santa rita, nomeolvides,

bordeando el lugar de los juegos.


Voy y vuelvo 

entre varillas que sostienen mi niñez

que viene a buscarme tantas veces como quiera.

Le doy permiso para curiosear,

pasar, doblarme, cuchichear en la oreja.

Vuelvo, vuelvo, siempre vuelvo 

a esa morada con su puerta abierta de noble madera

marcando mi destino.

Los listones labrados y el mármol armonizan su forma.

La parra y sus uvas de veranos tórridos.

Reposera quieta, siesta del abuelo… y yo…

Vuelvo cuando el tiempo me asegura que ha pasado

y que el regreso rodea mi historia


Allí estoy…allí están, en mis sueños y no las suelto

porque nunca habrá un adiós entre nosotras.


Stella Maris Mennucci - Taller del Mate



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