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enero 03, 2023

Donde habito

 Nací en la década del 60, con la liberación sexual y el amor libre como bandera de los jóvenes de aquella generación. Mis padres, de familias conservadoras, estaban en el medio entre ser hippies y acatar las reglas. Eran estudiantes universitarios, con mil ideales y la vida por delante. Parece que mamá no entendió muy bien que la liberación sexual, sobre todo de la mujer, iba de la mano de los anticonceptivos, porque en un campamento de fin de semana quedó embarazada, de quien supongo que es mi padre, o por lo menos se hizo cargo y ejerció el roll. El asunto es que yo llegué a este mundo haciendo quilombo desde el minuto mismo en que vi la luz.

Durante toda mi infancia fui un bicho raro, siempre sentí que el cuerpo que habitaba no me pertenecía, y no se porqué pero tenía la certeza de que algo sobrenatural había pasado en el momento de mi encarnación, por lo que elaboraba teorías descabelladas, leyendo y buscando información de toda clase que me ayudara a entender aquel sentimiento que me perturbaba, y a la vez me daba mucho pudor y verguenza expresar. Aunque en la escuela se daban cuenta de que algo en mi no estaba bien.

Todo se complicó más en la adolescencia, cuando los pibes empezaron a insistir en que yo tenía que debutar, porque si no era “rarito”. Las bromas eran cada vez mas pesadas, sentían una curiosidad morbosa por verme desnudo. A mi no me crecía pelo en el pecho, tampoco tenía ni una sombra de barba, poco bello en las axilas y casi nada en las piernas. Ese cuerpo raro que no lograba entender era independiente y hacía lo que quería, menos formarse como un cuerpo de varón, o de macho, como decían los pibes. Ellos competían en el baño midiéndose el pito, a ver a quien se le paraba más, mientras yo no entraba ni a hacer pis porque tenía miedo de que me obligaran a mostrar el mío, que para mí era de alguien extraño, de otra persona.  Yo usaba el pelo largo, y me gustaba más estar con las chicas, charlando, pintándoles las uñas y mirando revistas de artistas super sexis, jugando al voley, o mediando en alguna discusión entre ellas que nunca faltaba. Una vez una me preguntó si quería pintarme los ojos, a mi me tembló la voz pero casi en un susurro dije que sí. Las chicas, que seguramente habían hablado antes entre ellas, trajeron maquillaje, ropa de mujer, sandalias, y empezaron a jugar conmigo como si jugaran a las muñecas. Yo veía cómo ellas manejaban a su antojo ese cuerpo que nunca sentí mio, sacándole una ropa para ponerle otra, agarrándole los pies para ponerles tacos altos, mientras otras pintaban los labios y las pestañas, las uñas, atando el pelo en una graciosa cola de caballo. Cuando terminaron trajeron un espejo para que viera el cuerpo entero…No sé cómo contar lo que me pasó en ese momento, fue la primera vez que reconocí algo de mí en esa imagen. Me acerqué mucho al espejo para mirarme a los ojos, cuando llevé mis manos a la cara y vi mis uñas pintadas, una emoción intensa me recorrió de la cabeza a los pies, empecé a acariciar mis brazos, mi pecho, mi cadera, mis piernas. Con suavidad pasaba mis dedos por mi pelo, las manos me temblaban.

ㅡ¡SOY YO! ㅡgrité con la voz quebrada

ㅡ¡Sos vos! ㅡrepitieron a coro mis amigas, casi tan conmovidas como yo.

Estuve en ese trance un rato, no se cuánto, hasta que una de las chicas preguntó:

ㅡ¿Ahora cómo te llamás? 

La pregunta me quedó dando vueltas en la cabeza. Tenía más decisiones que tomar: volver a cambiarme con la ropa que usé hasta ese día me dio nauseas, pero no me animé a llegar a casa vestida de mujer. Estaba muy confundida ¡pero feliz!, empecé a entender quien habitaba ese cuerpo que me era extraño, a buscar el camino para dejarla salir, para que todos la vieran, para aprender a tratarla con respeto y amor.

Todos los días vuelvo a empezar, me levanto sintiéndome extraña, en el cuerpo equivocado. Me paro desnuda frente al espejo y me digo en voz alta firme y clara:

ㅡ¡Hola! ¡Soy Marina, y éste es el cuerpo donde habito! 


Adriana Sicilia - Taller del Mate



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