Pilar volvía en taxi de unas mini vacaciones que se había tomado en Miami, donde se había estado divirtiendo con unas amigas, en las playas paradisíacas que esa parte de Estados Unidos puede ofrecerte.
Estaba tan relajada que en su cabeza sonaba la canción “Oye” de la
cantante Gloria Estefan: “Oye mi cuerpo pide
salsa, Y con este ritmo, Vamos a bailar, Oye mi cuerpo pide salsa, Y con este
ritmo No quiero parar”.
Aunque esa
relajación mental se le fue apenas llegó a su departamento, porque a dos cuadras
de su edificio, había una manifestación política en apoyo a la ex presidenta
Cristina Fernández, ya que la habían condenado a seis años de prisión e
inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos por una causa de
corrupción.
Desde el balcón de Pilar
se escuchaban los bombos y platillos y los diferentes cánticos en apoyo a la
actual vicepresidenta de la Argentina. Y por un segundo quiso estar de nuevo en
Miami y dejar de escuchar a estos negros de mierda.
Al día siguiente recibió
el llamado de su hija Julieta:
-¿Hola, mamá? ¿Cómo
estás?
-Hola hija, todo bien por
suerte, volví toda bronceada de Miami, te traje algunos regalitos.
-¡Qué bueno! Que la hayas
pasado lindo en Miami. Te quería pedir un favor. Si podías cuidar mañana a
Mateo, porque tengo planeada una salida con amigas. Pero la niñera no lo puede
cuidar.
-Sí, claro, hija, traelo
a mi nieto, que nos vamos a divertir mucho.
-Genial, ma, muchas
gracias por cuidarlo. Te mando un beso
-Besos, Julieta, que te
diviertas en tu salida.
La verdad era que Pilar
no veía muy seguido a Mateo y ni siquiera le gustaba que le dijera abuela,
porque la hacía sentir más vieja. Pero pensó que como su nieto ya tenía seis
años se iban a llevar un poco mejor e iba ser más fácil entretenerlo.
Finalmente, al mediodía la
abuela recibió la visita de Mateo que la abrazó apenas la vio. Pilar ya tenía
planificada todas las actividades que harían juntos. Primero, lo llevaría a la
Plaza de Mayo a darle de comer a las palomas, luego irían al cine a ver alguna película infantil y por
último comerían una rica merienda en alguna patisserie
de Recoleta.
Cuando llegaron a Plaza
de Mayo estuvieron bastante tiempo dándole de comer miguitas de galletitas a
las palomas. Y en algunas ocasiones Mateo también las perseguía cuando se
acercaban mucho.
Pilar tenía que estar
constantemente atrás de él pidiéndole que no corriera mucho y que no se alejara
de ella porque era peligroso.
En un momento, se comenzó
a escuchar la marcha peronista a lo lejos porque se acercaba otra movilización
política en apoyo a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Los
militantes de La Cámpora y otras agrupaciones ingresaban a la plaza cantando: “Por
ese gran argentino, que se supo conquistar, a la gran masa del pueblo, combatiendo
al capital, Perón, Perón, qué grande sos, mi General, cuánto valés, Perón,
Perón, gran conductor. Sos el primer trabajador. Con los principios sociales, que
Perón ha establecido, el pueblo entero está unido, y grita de corazón: ¡VIVA
PERÓN! ¡VIVA PERÓN!”
Pilar se horrorizó apenas
vio a los militantes peronistas cantando y agitando sus banderas. Tomó a Mateo de la mano y se dispuso a
llevarlo al cine. Pero no podía ir a ese lugar sin antes atravesar la marcha
que fue ocupando toda la Plaza de Mayo.
Sintió asco y repulsión, porque olió la transpiración de los militantes
kirchneristas que se notaba que venían desde lejos caminando. También comenzó a
sentir el aroma a choripán de los puestos que lo vendían.
En un momento, Pilar dejó
de sentir la mano de Mateo en la suya y se dio cuenta que había perdido a su
nieto. Desesperada le preguntó a un joven militante si había visto a un niño de
seis años mostrándole una foto que tenía en su celular.
El joven le dijo que a
los niños perdidos los llevaban a una esquina que estaba cerca de Avenida de Mayo.
Pilar lo siguió, fueron caminando rápido y ahí vio a Mateo que estaba comiendo
un choripán rodeado de militantes peronistas.
Pilar lo abrazó apenas lo
vio y se sintió más unida en ese momento a su nieto. Le quiso agradecer con
dinero a los militantes que lo habían cuidado, pero ninguno aceptó. Así que
simplemente les dijo muchas gracias a todos.
Después, salió de la
plaza con Mateo a upa, se tomó un taxi y se fueron al cine. Mientas Pilar
sacaba las entradas para ver una película de Los Minions, escuchó cómo su nieto comenzó a cantar la marcha
peronista con dificultad, porque había algunas palabras que le costaba
pronunciar, pero el coro le salía perfecto: “¡VIVA
PERON! ¡VIVA PERON!” vociferaba antes de entrar a la sala de cine.
Ariadna Boza - Taller del Mate
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