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febrero 03, 2023

El vagabundo

Las gotas de sudor le recorrían el cuerpo, el frío que cada tanto subía por su espalda no la dejaba pensar. Continuó unos pasos más y apoyó la mano sobre la pared, haciendo una pausa para recuperar el aliento. Sucia. La sentía sucia. ¿La pared o la mano? ¿Tal vez ambas?

Se miró la palma, le habían quedado restos de polvo y hollín que se habían acumulado en la pared granulada. También tenía las marcas, la piel rosada y los puntitos irregulares que se quedarían ahí por un rato. Sin embargo, las otras marcas, las que no se veían, se quedarían para siempre.

Se le revolvió el estómago y quiso vomitar, pero no pudo. No tenía nada dentro. Ya lo había expulsado antes, en los instantes posteriores a lo que había sucedido esa noche, cuando hablaron. No tenía idea de la hora, pero seguro ya era entrada la madrugada. Inspiró, trató de erguirse y seguir avanzando. Los recuerdos la golpeaban, la asfixiaban, en varios momentos pensó: “¿para qué seguir?”. Pero sabía que de cualquier manera, no iba a poder huir.

Sintió el impulso de correr y lo aprovechó. No sabía si así se escapaba o se acercaba, aunque necesitaba ese movimiento. Pudo liberar el grito en una esquina medio oscura y desolada, donde había solo locales comerciales cerrados.

¡Ey! ¡Dejá dormir! una voz masculina y rasposa la sobresaltó, no había notado a nadie.

Perdón respondió con lo que le quedaba de voz y tras un sollozo, cruzó la calle.

¿Estás llorando? se interesó el hombre.

Ella dudó. Giró la cabeza buscando al sujeto de donde provenía la voz y lo encontró en la entrada de un supermercado chino que estaba hacia adentro y dejaba un espacio resguardado.

La mujer se quedó observando al hombre barbudo, sucio y desprolijo. Con lo poco que lo iluminaba la luz, vio su pelo largo y lo imaginó enredado. Estaba segura de que en otro momento le hubiese dado un poco de asco siquiera mirarlo, pero esa noche estaba más allá de todo.

Dio pasos lentos en dirección al sujeto que seguía tirado en el colchón lleno de tierra, papeles sucios y probablemente hasta… sí, hasta pis. No había querido pensarlo pero el olor no le dejó otro remedio. Sus zapatos negros brillosos se detuvieron a diez centímetros de la opaca escena.

Los ojos de la mujer se encontraron con los del extraño y sostuvieron la mirada durante unos segundos que para ella resultaron bastante largos. Durante ese tiempo pensó en qué estaba haciendo ahí, por qué no estaba escapando hacia ningún lugar.

¿Estás llorando? repitió el vagabundo.

Algo así dijo ella, observándolo desde arriba.

¿Te puedo ayudar?

La mujer se quedó extrañada y arrugó el entrecejo.

¿Cómo podrías hacerlo?

¿Qué pasó?

Algo terrible que no tiene arreglo.

¿Y eso es…?

Si te lo cuento… dudó. Bueno, en realidad ya se fue todo a la mierda, nada peor podría pasar.

Entonces contame, liberate.

Condené a la humanidad.

El hombre lanzó una carcajada y se ahogó con los mocos que tenía en la garganta. Tosió unos instantes mientras ella lo miraba sin hacer ninguna mueca.

Bueno, dale, ¿qué es eso que te tiene así? le volvió a preguntar, incrédulo.

Lo que te estoy diciendo. El planeta va a desaparecer y es por mi culpa.

A ver… y ¿por qué?

Porque hice un pacto con el diablo, y no cumplí mi parte.

El hombre carraspeó para disimular la risa.

Se supone que el loquito siempre soy yo.

No estoy loca. Es cierto, en horas, a las 6 de la mañana, todo va a empezar a prenderse fuego.

¿No tendrías que estar con tu familia, aprovechar los últimos instantes?

Me da vergüenza verlos. Por ellos hice el pacto. Los salvé una vez pero ahora los condené a todos.

El hombre se removió y giró hacia su izquierda. agarró un viejo reloj de pulsera y lo ubicó de manera que le diera algo de luz.

Son las 5.07. No nos queda mucho tiempo, parece.

La mujer suspiró.

Si no vas a volver a tu casa, te podés sentar conmigo, al menos no vas a estar sola cuando te quemes.

Ella se agachó y se sentó en el suelo, abrazando sus rodillas, con la mirada hacia la calle.

El tipo carraspeó otra vez.

¿Qué tenías que hacer?

Salvé la vida de mis padres y mis dos hermanas cuando tuvimos un grave accidente de auto a mis 15 años. Me dio 10 años para entregar otra vida a cambio.

Ah…

Ella volvió su mirada al vagabundo, que también la observaba.


Karina Zangaro - Taller del Mate



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