Las gotas de sudor le recorrían el cuerpo, el frío que cada tanto subía
por su espalda no la dejaba pensar. Continuó unos pasos más y apoyó la mano
sobre la pared, haciendo una pausa para recuperar el aliento. Sucia. La sentía
sucia. ¿La pared o la mano? ¿Tal vez ambas?
Se miró la palma, le habían quedado restos de polvo y hollín que se
habían acumulado en la pared granulada. También tenía las marcas, la piel
rosada y los puntitos irregulares que se quedarían ahí por un rato. Sin
embargo, las otras marcas, las que no se veían, se quedarían para siempre.
Se le revolvió el estómago y quiso vomitar, pero no pudo. No tenía nada
dentro. Ya lo había expulsado antes, en los instantes posteriores a lo que
había sucedido esa noche, cuando hablaron. No tenía idea de la hora, pero
seguro ya era entrada la madrugada. Inspiró, trató de erguirse y seguir
avanzando. Los recuerdos la golpeaban, la asfixiaban, en varios momentos pensó:
“¿para qué seguir?”. Pero sabía que de cualquier manera, no iba a poder huir.
Sintió el impulso de correr y lo aprovechó. No sabía si así se escapaba
o se acercaba, aunque necesitaba ese movimiento. Pudo liberar el grito en una
esquina medio oscura y desolada, donde había solo locales comerciales cerrados.
ー¡Ey! ¡Dejá dormir! ーuna voz masculina y rasposa la sobresaltó, no había notado a nadie.
ーPerdón ーrespondió con lo que le quedaba de voz y tras un sollozo, cruzó la
calle.
ー¿Estás llorando? ーse interesó el hombre.
Ella dudó. Giró la cabeza buscando al sujeto de donde provenía la voz y
lo encontró en la entrada de un supermercado chino que estaba hacia adentro y
dejaba un espacio resguardado.
La mujer se quedó observando al hombre barbudo, sucio y desprolijo. Con
lo poco que lo iluminaba la luz, vio su pelo largo y lo imaginó enredado.
Estaba segura de que en otro momento le hubiese dado un poco de asco siquiera
mirarlo, pero esa noche estaba más allá de todo.
Dio pasos lentos en dirección al sujeto que seguía tirado en el colchón
lleno de tierra, papeles sucios y probablemente hasta… sí, hasta pis. No había
querido pensarlo pero el olor no le dejó otro remedio. Sus zapatos negros
brillosos se detuvieron a diez centímetros de la opaca escena.
Los ojos de la mujer se encontraron con los del extraño y sostuvieron
la mirada durante unos segundos que para ella resultaron bastante largos.
Durante ese tiempo pensó en qué estaba haciendo ahí, por qué no estaba
escapando hacia ningún lugar.
ー¿Estás llorando? ーrepitió el vagabundo.
ーAlgo así ーdijo ella, observándolo desde arriba.
ー¿Te puedo ayudar?
La mujer se quedó extrañada y arrugó el entrecejo.
ー¿Cómo podrías hacerlo?
ー¿Qué pasó?
ーAlgo terrible que no
tiene arreglo.
ー¿Y eso es…?
ーSi te lo cuento… ーdudóー. Bueno, en realidad ya se fue todo a la
mierda, nada peor podría pasar.
ーEntonces contame,
liberate.
ーCondené a la humanidad.
El hombre lanzó una carcajada y se ahogó con los mocos que tenía en la
garganta. Tosió unos instantes mientras ella lo miraba sin hacer ninguna mueca.
ーBueno, dale, ¿qué es
eso que te tiene así? ーle volvió a preguntar, incrédulo.
ーLo que te estoy
diciendo. El planeta va a desaparecer y es por mi culpa.
ーA ver… y ¿por qué?
ーPorque hice un pacto
con el diablo, y no cumplí mi parte.
El hombre carraspeó para disimular la risa.
ーSe supone que el
loquito siempre soy yo.
ーNo estoy loca. Es
cierto, en horas, a las 6 de la mañana, todo va a empezar a prenderse fuego.
ー¿No tendrías que estar
con tu familia, aprovechar los últimos instantes?
ーMe da vergüenza verlos.
Por ellos hice el pacto. Los salvé una vez pero ahora los condené a todos.
El hombre se removió y giró hacia su izquierda. agarró un viejo reloj
de pulsera y lo ubicó de manera que le diera algo de luz.
ーSon las 5.07. No nos
queda mucho tiempo, parece.
La mujer suspiró.
ーSi no vas a volver a tu
casa, te podés sentar conmigo, al menos no vas a estar sola cuando te quemes.
Ella se agachó y se sentó en el suelo, abrazando sus rodillas, con la
mirada hacia la calle.
El tipo carraspeó otra vez.
ー¿Qué tenías que hacer?
ーSalvé la vida de mis
padres y mis dos hermanas cuando tuvimos un grave accidente de auto a mis 15
años. Me dio 10 años para entregar otra vida a cambio.
ーAh…
Ella volvió su mirada al vagabundo, que también la observaba.
Karina Zangaro - Taller del Mate
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